
Cuenta la leyenda que hace ya un cuarto de siglo en una casa enorme de la calle Tangue, funcionaba una pensión donde se alojaban pasajeros que llegaban solitarios, como algunos comerciantes, y personas que venían a buscar trabajo a la ciudad, así como también a veces se hospedaban temporalmente allí familias completas. La dueña de esa pensión era una señora que era oriunda del sur del país.
Una de las pasajeras de ese lugar una noche no conseguía dormir por las preocupaciones que le ocasionaban haberse trasladado a esa ciudad con sus hijos pequeños sin tener seguridad de un trabajo para ella o para su marido. Se levantó entonces en plena oscuridad porque no quería despertar a nadie cuando y se asomó a la que era su ventana favorita, de allí podía ver el jardín interior de esa casa donde florecían -curiosamente para esta zona del país- unos hermosos copihues. De repente, en un pasillo pudo ver entre las sombras una silueta. No se podía distinguir si era un hombre o una mujer, pero se trataba sin duda alguna de una persona...
Pronto más historias y el texto completo para leer y compartir.